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¿Dónde aprendió esa palabra?

“Da igual” (Pj Masks), “tontito” (Paw Patrol), “tonto” (Peter Pan), “toontos” (Story Bots).

No atentan contra la moral, pero pueden ponernos en jaque cuando nuestros hijos deciden adoptarlas e incluirlas dentro de su vocabulario, y si rondan entre los 3 y 5 años, ni siquiera saben la mitad de su significado, sólo que son muuuy divertidas, seguramente, por esa razón sus personajes de caricatura favoritos las dicen.

Si son menores de 5 años, pueden utilizar las groserías para expresar que se la pasan muy bien, o para respondernos, o responderle a otras personas, o para animar a sus compañeros de equipo en el futbol: “vamos tontos”, o quizá, iniciar una plática con sus maestros de escuela: “eres una tonta”, todo seguido de una angelical risita. Claro que pasados los 6 años, las palabras ya puede tener una intensión y un transfondo que como padres debemos indentificar, así lo recomienda la directora del instituto de Liderazgo Paterno (Parents Leadership Institute), Patty Wipfler, en Estados Unidos

Pero centrándonos en lo que ven (y aprenden) cada vez que se sientan frente a una pantalla, llena de luz, imágenes en movimiento y sonido estéreo, quizá podríamos hacer un almanaque en donde enlistemos el número de ocasiones en que se repiten las mismas palabras ofensivas. ¿Qué sentido tiene decirlas si el programa es clasificación A o AA? ¿Cuál es la finalidad?

Si a uno le preocupa, y le interesa, que sus hijos aprendan el valor de las palabras para evitar que anden por la vida “regalando adjetivos” a diestra y siniestra, creyendo además, que son motivo de festejo, es muy recomendable sentarnos con ellos a ver la “calidad” de programas que están hechos para ellos y explicarles que “las ofensas” no son nada divertidas ni una broma que se le dice a los amigos. Seguro que podemos cambiar una de esas “groserías inocentes” por alguna de las “88 mil palabras (o más)” que tiene la lengua española.

Las caricaturas mencionadas al principio de este artículo de opinión, son catalogadas como educativas o buenos ejemplos de trabajo en equipo y amistad, algunos de sus personajes son “adorables”, y tan convincentes, que los niños deciden imitar lo que ven y escuchan, por lo que me surge la pregunta:

¿vale la pena sentarnos a ver sus programas favoritos junto con ellos?

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