Las alta olas de sol bañan los costados del barco pirata que con astucia, logra detenerse cerca de una inesperada isla de concreto. Un rostro se asoma “soy el Capitán Garfio”, otro rostro lo acompaña “soy el Capitán Woddy”, son dos piratas, con sus terribles y salvajes sonrisas de tres años.

El que se hace llamar Capitán Garfio, coloca las manos sobre el timón amarillo para girarlo, mientras que el “otro Capitán”, sale de la cabina de mando color rojo, cruza el puente colgante que conduce a un pequeño tobogán azul y se lanza por él gritando “¡¡¡llegamos!!!”. “Garfio”, suelta el volante de mando y se asoma por una ventana circular, convexa, de plástico irrompible, la golpea, gruñe y grita “allá voy”, y llega a la isla de concreto por una escalinata de gruesas cuerdas negras, tejidas en forma de cuadrados, para facilitar el ascenso y descenso de los niños al colorido buque pirata.

Toda la construcción está realizada en un plástico que soporta golpes y brincos, las esquinas y bordes son redondeados para reducir la posibilidad de que algún tripulante se lastime, al tropezar o golpearse, contra los muros y esquinas de la nave marina. Claro que siempre es recomendable la cercanía de los padres y tomar en cuenta que algunos juegos están diseñados, especialmente, para niños grandes.

Muchas cosas HAN CAMBIADO con los juegos de los parque públicos, ya no predomina el acero y se permite mayor cantidad de infantes interactuando al mismo tiempo, en el mismo sitio, fomentando más la interacción social, la negociación y el trabajo en equipo, y como antaño, dejando de lado el nivel económico o social, el origen racial o la edad, lo que importa es la imaginación para aprender juntos jugando.

Y muchas otras cosas NO HAN CAMBIADO, ya desde 1837, cuando el pedagogo Friedrich Froebel fundó el primer Jardín de Niños, tenía entre sus objetivos que los infantes pudieran jugar al aire libre en contacto con la naturaleza, porque gracias al juego, el niño pude desarrollar sus destrezas, conocimientos y relacionarse con el mundo.

Y lo que NUNCA VA A CAMBIAR, es la necesidad que como seres humanos tenemos de jugar, y la facilidad con la que aprendemos jugando. Tal como lo dijo Jean Piaget (1956) un siglo después de la fundación del primer Jardín de Niños: “el juego forma parte de la inteligencia del niño, porque representa la asimilación funcional o reproductiva de la realidad, según cada etapa evolutiva del individuo”.

Y hoy en día, hay estudios que demuestran que la etapa más importante para el desarrollo de la mente es antes de los seis años, y que jugar es un acto clave para el desarrollo de las capacidades del cerebro.

Y aquí hay otros datos que PUEDE CAMBIAR la forma de ver los parques públicos:

1. Los juegos, como el columpio o la resbaladilla, apoyan el desenvolvimiento físico y social, por una parte: impulsan el desarrollo sensorial, fortalecen los músculos y ayudan a controlar del equilibrio, y por la otra, fomentan la socialización, la capacidad de compartir y la cooperación.

2. Cualquier parte del área de juegos es excelente para reducir el estrés, quemar calorías y ejercitar la imaginación, además de que, al promover la actividad física, combaten el sobrepeso y obesidad infantil.

3. Al jugar con sus iguales, sin reglas pre-establecidas como en los video-juegos, los niños desarrollan la imaginación, el lenguaje y el trabajo en equipo.

4. Al estar en el exterior, las áreas de juegos para niños pueden convertirse en el salón de clases perfecto, porque se pueden reforzar conocimientos o enseñar: colores, texturas, formas geométricas, ampliar el vocabulario, y un largo etcétera.

5. En 2012, un estudio demostró que jugar en el recreo, ayuda para que niños, con o sin problemas de atención, se interesen más en las labores académicas, logrando elevar sus calificaciones.