Si tus hijos e hijas tienen de 9 años en adelante, la adolescencia está tocando a la puerta, y quizá ya has tenido algunas señales, como el mal humor constante y cambios de humor muy dramáticos.
Antes de que sigas pensando que ya no te soportan o te ven como el rival a vencer, déjame decirte que para nuestros hijos, así como lo fue para nosotros, la adolescencia es una etapa creativa, de mucha exploración, en la que tratan de alcanzar:
1. Identidad,
2. Independencia y
3. Ser parte de un grupo.
Es en esta etapa cuando a papá o mamá nos preocupa el poco control, o mejor dicho, la poca protección que podemos tener sobre ellos, porque ya no son los niños de 2, 4 o 7 años que disfrutaban de su independencia siempre a nuestro lado y bajo nuestra supervisión.
Por eso, tratamos de protegerlos y controlarlos, pero con eso, lo único que logramos es hacerlos sentir frustrados, incapaces de lograr sus metas y limitados a vivir de acuerdo con nuestras expectativas, sueños, moral y clichés de lo que debe ser la vida.
Con lo que creamos un mundo de contradicciones, porque si antes nuestra relación era cordial, amorosa y con mucho impulso a su autonomía, ahora, conforme crecen, se torna áspera, severa y con muchos límites, lo que al final desata muchas tormentas en un vaso de agua.
Recuerda que al llegar a la adolescencia, nuestros hijos serán un reflejo de todo lo que nosotros (directa o indirectamente) les enseñamos, lo que será una de las razones por las que tendremos más desencuentros con ellos.
En un estudio a largo plazo, realizado por la Universidad de Pensilvania (EU), que involucró a 1631 participantes en dos etapas de su vida, la primera cuando eran alumnos desde sexto de primaria hasta el último grado de secundaria, y la segunda, cuando tenían 22 años de edad, detectaron que la manera de educar cambia cuando los niños se convierten en adolescentes.
Dentro de los resultados hay dos que prevalecen:
1- la manera de educar se transforma de cálida y afectiva, a severa y áspera, y
2- el tiempo de convivencia se reduce mucho durante los años de adolescencia.
En definitiva, es más difícil involucrarse en la vida de nuestros hijos cuando son adolescentes que cuando son más pequeños, por su búsqueda constante de independencia y autonomía.
Sin embargo, el mismo estudio, detectó que aquellos padre que lograron mantener una crianza y relación positiva, sentaron las bases para lograr un vínculo más cercano cuando sus adolescentes se convirtieron en adultos.
Si tu intención es lograr una mejor conexión con tus hijos adolescentes y evitar, en lo posible, las tormentas en un vaso de agua, te compartimos cuatro consejos para construir una relación en la que tus hijos y tú logren la mejor sintonía.
Cuatro formas de mantenernos cerca
1. Hacer alguna actividad de convivencia juntos, como: deportes, rodar en bicicleta, salir a caminar, juegos de mesa, cocinar, asistir a eventos o ir por un postre.
2. Realizar mejoras o reparaciones a la casa.
3. Platicar sobre lo que sucede en la escuela.
4. Hablar sobre los planes que tienen para el futuro, ya sea próximo o lejano.
Estas actividades de convivencia, se convierten en una gran oportunidad para recordar y expresar cuánto los amamos, o nos preocupamos por ellos, ya sea con palabras, abrazos o hasta con una palmada en la espalda.
Lo que No Debemos Hacer
– Creer que sus actitudes son premeditadas y planeadas.
– No competir sobre quién está al mando en casa o quién se enoja más, esto creará un círculo vicioso
– Intentar razonar con ellos para demostrar que están equivocados.
– Criticar a otros adolescentes, como sus amigos.
– Ignorar su comportamiento, creyendo que sólo es cuestión hormonal y que con el tiempo se convertirá en una persona razonable, OBEDIENTE y tan responsable como sus padres.
Soy Eduardo Álvarez, papá y periodista
