Mi hijo toma dos libros infantiles y me entrega uno “tú lees ese y yo leo éste, ¿sale?”. – Me dice.

Yo, paso las hojas del libro y hago comentarios sobre los dibujos que trae. El pequeño mira cada hoja en silencio, contemplando los dibujos de su libro. Me imagino que ve la diferencia física entre los personajes, el alto frente al bajo, el gordo frente al flaco, porque en estos días ese es su tema principal de conversación.

Aunque también, seguramente, está observando las diferencias entre colores y la textura del papel cada vez que pasa de una página a otra. Su vista se queda fija en las palabras, se acerca para verlas mejor y pronto cierra el libro, como cuando los adultos vemos un texto en una lengua extranjera que no dominamos y me dice “no sé leer”, al tiempo que se incorpora, apoyándose sobre su pierna derecha y dando un salto, se acerca a mí con el brazo derecho extendido, entregándome su libro y alejándose con el mío entre las manos.

“Pronto vas a aprender a leer”, le dije yo, mientras recuerdo que algunas personas recomiendan que es bueno que los niños pequeños estén expuestos a ciertos estímulos benéficos para su desarrollo.

Una de esas personas es el profesor en economía, James J. Heckman (premio novel de economía en el 2000), quien realizó un estudio en niños de familias marginadas, con apoyo de:

• neurocientíficos,
• psicólogos,
• economistas y
• estadistas.

El estudio demuestra que mientras más pronto se invierta en el desarrollo temprano de los niños, más posibilidades de éxito tendrán en la vida adulta.

Y ¿cuál es la edad ideal?: ¡¡¡desde el nacimiento hasta los cinco años!!!, que es cuando el cerebro se desarrolla más rápidamente y se puede “colaborar positivamente” en su capacidad de aprendizaje y manejo de caracter, y si es así, ¡el kinder ya es demasiado tarde!

De lo que hablo, y habla el Dr. Heckman, es de exponerlos a una serie de vivencias tempranas de acuerdo a su edad, como teatro, deportes, danza, matemáticas, cocina, manualidades, pintura, y además, enseñarles la importancia de la limpieza, la salud y ser capaces de dirigir y participar en equipos de trabajo. A veces como juego, a veces como clase.
     Para algunos padres puede sonar a demasiada presión para niños pequeños, pero ¿qué puede ser más desastrozo que sentarlos frente a una pantalla y dejar que vean que los problemas se arreglan a golpes, en lugar de razonando? o ¿enseñarlos a bailar una canción que habla de ser sexy y coqueta, en lugar de aprender las partes del cuerpo? o ¿mostrarles cómo manejar un dron, en lugar de aprender a distinguir entre los número seis y nueve?

Al final, mi hijo cierra el segundo libro con la frase “no sé leer” y corre por su pelota nueva (una pelota que originalmente era para hacer pilates) y comienza a practicar su nueva habilidad, hacerla rebotar “anda, ven conmigo, papá”, y al tiempo que cierro mi libro pienso “bueno, esto es motricidad”.