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La Ola y el Joven de Peinado Feo

La ola se alzo y cayó con todo su peso sobre él, el joven de peinado imperfecto que cuando la vio encima se quedó congelado, no de frío, porque la temperatura bien ameritaba una refrescadita con cubos de hielo, sino por el miedo y la sorpresa de tener encima una ola de tres metros exactos, y él, el joven de peinado imperfecto, sólo medía metro y medio, es decir, que al dividir la ola entre dos, él era la mitad.

Algunas personas dicen, que él joven de peinado imperfecto y dientes sucios se hizo pipi del susto, pero como terminó mojadisisísimo por la gran caída de la gran ola de tres metros exactos… no se le notaba. Eso sí, dijeron que la boca le olía muuuy mal.

  • ¿Por qué me pasa esto a mí? –Dijo muy molesto el joven, después de que la ola se dejó caer sobre él.

El joven, sintió que algo se acomodaba sobre sus pies y sus ojos se agrandaron, era una botella de yogurth para beber sabor fresa artificial. Ladeó la cabeza para verla mejor y se agachó para tomarla, la miró del lado derecho, después del lado izquierdo, la giró varias veces y dijo:

  • Esta botella era mía, ¡pero si la tiré! Ahora la lanzaré más lejos. – Dijo muy molesto.

Y el joven del peinado feo, al que le olía horrible la boca, lanzó la botella con más fuerza, para que se perdiera en el horizonte, y entonces, bajo el sol cálido, las gaviotas en busca de pescado y un globo que jugaba con el aire, la ola se alzó, poderosa, y con la punta de la espuma golpeó el bote de yogurth sabor fresa artificial que voló y cayó en la cabeza del joven que nunca se peinaba, y le dejó un chichón en forma de montaña.

Por el dolor que sentía, los ojitos el joven de peinado feo, dientes sucios y uñas con puntas negras, derramaron un par de lagrimas. Estaba molesto, molestisísimo. Mientras tanto, la ola jugaba con el globo que llevaba el aire, de aquí para allá, y de allá para acá.

El joven, se quitó los pequeños charcos de lágrimas que se formaron detrás de sus ojos y no lo dejaban ver con claridad. Se agachó para agarrar el bote y se dio cuenta de que otro botecito de yogrth, pero sabor piña, llegó navegando sobre una ligera capa de mar hasta sus pies.

Con los dos botes en las manos, el joven miró a izquierda y derecha como un pitcher en un partido de beisbol, respiró varias veces, concentrándose, y lanzó los dos botecitos, el de fresa primero y el de piña después. Esta vez, la ola no apareció por ningún lado.

Una sonrisa mal oliente con dientes manchados de frijol, perejil, y trocitos chiquititos de pizza coloreaban la sonrisa del joven, que levantó las manos en señal de triunfo, al mismo tiempo que gritaba: – ¡ganeeeé!, ¡viva yoooo!

En los ojos del joven se dibujó una pequeña ola que poquito a poquito se hizo más y más y más grande, primero se veía de un centímetro, después de casi un metro, luego de dos metros. Le gente que se había reunido atrás del joven, comentó que hasta arriba de la ola, como si bailaran, había dos botes, uno de fresa y otro de piña, y abajo, una montaña de basura.

La ola se alejó, dejando al joven entre un verdadero mar de latas de refresco, bolsas de plástico de diferentes tamaños, muchas colillas de cigarro, envolturas de chicharrones y algunas botellas de vidrio con cartas de piratas.

La policía llegó enfurecida y arrestó al joven, lo regaño, lo acusaron de formar parte de algún movimiento extraño, de no compartir cosas con nadie y de pintar las paredes blancas con rayas negras y las azules con manchas moradas, pero sobre todo, de tirar basura por todos lados.

El joven aseguró que no sabía bailar en ningún movimiento, prometió que consideraría compartir más seguido sus juguetes, pero cuando mencionó que la ola fue la responsable del basurero en la playa, la policía se rió, la gente que estaba de mirona se rió, ¿y la ola? Ella estaba jugando con un globito que le prestó el viento, de aquí para allá, y de allá para acá.

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