Ahora que llega la primavera, nuestros hijos tienen la oportunidad de experimentar en un gran laboratorio de arena, así es, cualquiera de las playas que tenemos en la costa yucateca.
Desde que en Alemania y EU, en la segunda mitad de 1800, se instalaron los primeros jardines de arena, los científicos han descrito los beneficios para los niños, de jugar con estas pequeñas partículas que miden de .06 a 2 milímetros, destacando que brinda experiencias positivas en: los sentidos, aprendizaje y la imaginación.
Además del Tacto, que se estimula al caminar o revolcarse de gusto, la diminuta arena puede estimular bastante a los otros cuatro sentidos de nuestros hijos.
Olfato: cuando está mojada o húmeda, podemos percibir un poco del aroma del mar.
Vista: rellenar una botella vacía y dejar que salga lentamente, formando una montañita.
Gusto: es difícil, casi imposible, evitar que un niño pequeño se lleve un poco de arena a la boca, es una de sus vías de exploración.
Oído: ¿te has fijado en el sonido que tienen las olas cuando se evaporan en la arena?
La creatividad y la ciencia se acomodan a la altura de nuestros hijos en este mar de arena, porque:
Construir figuras: los ayuda a comprender que todo se puede transformar en cuerpos con volumen, peso y dimensiones diferentes o iguales.
Y si sumamos otros objetos naturales que podemos encontrar en la playa, como: piedras, ramas, conchas, plumas de ave, incluso plantas marinas, la experiencia será más enriquecedora
Y no hay que olvidar que poner a los niños en contacto con la naturaleza:
Y tú, ¿a qué playa los llevarás?
Soy Eduardo Álvarez, papá y periodista