La fascinación por el disfraz comienza alrededor de los 3 años y dentro de sus primeros disfraces está la ropa de mamá y papá, por lo que no debe resultarnos extraño que pasen horas y horas buscando entre cajones y armarios lo que mejor les queda.
Gabriela Marenco, encargada del área de psicopedagogía del Instituto Savia, nos comentó que disfrazarse “es un juego simbólico para representar a través del juego, ¿quién quiero ser? por ejemplo, si mi papá es doctor, yo quiero ser doctor. Y posteriormente se dan cuenta que pueden ser otras personas”.
Además, el juego del disfraz les permite expresar emociones y sentimientos, estimula la creatividad, trabajan en contextos reales e imaginarios y comienzan a interpretar roles en donde deben resolver retos o situaciones, por ejemplo, si son bomberos, apagar un incendio, si son policías o súper héroes, impedir un asalto o detener un villano.
Explorar Emociones
La experta en psicopedagogía, señaló que los disfraces en épocas como “Halloween permiten reconocer y ponerle nombre a las emociones que están sintiendo nuestros hijos; los papás podemos preguntarles cuándo han sentido esa emoción, por ejemplo, con disfraces que dan miedo, pero podemos ayudarles a identificar esta emoción en otras situaciones reales”.
“La emoción que se puede explorar dependerá del disfraz y la época”, y claro, de la edad, porque así como a partir de los 3 años les fascina este juego para identificarse, el interés se reduce a los 9, cuando están por llegar a la adolescencia y les interesa más el agrado y pertenencia a un grupo social.
Así que si en épocas como Halloween, tus hijos quieren ser vampiro, hombre lobo, o el superhéroe de moda, anímalos y no pierdas la oportunidad de jugar con ellos y ayudarles a tener una maleta de disfraces, porque la vida es más divertida cuando te puedes convertir en quien quieres ser.
Soy Eduardo Álvarez, papá y periodista