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Rebotona y la Serpiente de Colmillos un Poco Largos.

Como nunca había salido de  casa, no tenía ni idea de hacia dónde caminar, así que rodó directo a lo que más llamó su atención, un montón de zacatillo verde que  mientras más se acercaba, más alto y extenso se veía, quizá estaba dentro de una hectárea de mil metros al  cuadrado, quizá era un metro por dos y medio, o quizá, era una selva enorme.
Rodó feliz, porque además de rebotar, Rebotona siempre había soñado con viajar a lugares que no conocía, ni ella, ni las otras pelotas con las que vivía.
Giró a la derecha para Rodear un Ceibo grande y grueso, lo rodeó por completo, y le gustó taaanto rodear el Ceibo, que decidió dar otra vuelta más, y otra más, y otra más.
La pequeña pelota de apenas 1 centímetro de circunferencia, se imaginaba que después de taaanto rodar, había avanzado mucho, nunca se percató de que sólo daba vueltas al mismo árbol, hasta que una voz suave como un susurro y alargada como un suspiro, le dijo:

– Hoooolaaaaa.

Se detuvo. Giró a la derecha, ¡nada!, a la izquierda, ¡nada!, dio un giro completo sobre su propio eje, ¡y nada!, no había nadie, así que rodó para seguir avanzando, pero a la mitad del primer giro se le apareció una serpiente que colgaba de una rama muy alta y muy curva.

– ¿Essstaaaásss perdidaaaa? Yo te puedo ayudar, pequeña. Veeen conmiiigo. – Y en el acto la rodeó con su cuerpo viscoso y alargado.

Rebotona recordó que en casa, siempre, siempre se recomendaba que CON EXTRAÑO NADA DE CONFIANZAS, así que sólo se balanceó a la derecha y hacia la izquierda, y le dijo a la serpiente:

– ¡No!, me voy a mi casa, con mi familia que me espera y me quiere.

Giró media vuelta para regresar por donde llegó, eso sí que lo recordaba bien, pero la Serpiente de Colmillos un Poco Largos, se deslizó alrededor del árbol y quedó frente a ella, evitando que avanzara más.

– Parece que estaaaás perdida, veeen, yo te acompaño por otro camino maaaás corto, -dijo la serpiente, y la tocó con su viscoso y alargado cuerpo animándola rodar.

Rebotona se alejó y como sabía que la serpiente no estaba respetando su distancia, hizo lo que mejor sabía hacer:

¡REBOTAR!

Primero milímetros y después centímetros, Rebotó y rebotó, cada vez más alto.

La Serpiente de Colmillos un Poco Largos no permitiría que su presa se fuera tan fácilmente, así que le lanzó una mordida para comérsela de un solo bocado, con la boca abierta como una cueva son fondo y los dientes tan brillantes que parecían rayos de sol.

Rebotona no se dejó alcanzar, comenzó a botar y rebotar alrededor de la serpiente, se lanzaba contra un árbol, y después contra otro. Rebotando alto y más alto, ahora a la derecha, ahora a la izquierda, esquivando las mordidas que terminaban en el mismo lomo de la Serpiente quien, sin darse cuenta, perseguía a la pelota alrededor de su cuerpo.

Después de unos minutos, Rebotona se alejó por donde llegó y como llegó, girando, bajo la mirada atenta de la Serpiente de Colmillos un Poco Largos, quien estaba de muy mal humor, porque había terminado enredada en ella misma y mordida por ella misma, cuando perseguía a Rebotona.

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