Ya son pocas las semanas para que nuestros hijos revivan la ilusión del mítico señor que incansablemente viaja en una noche por todo el mundo acompañado de sus duendes, renos voladores y entregando casa por casa, los más atesorados juguetes.
Sí, ya faltan pocas semanas, quizá días, quizá horas, para que nuestros hijos abran las cajas, quiten las envolturas, y rompan el diurex que cierra las bolsas y descubran el juguete deseado, imaginado, y por fin, el sueño se hace realidad acompañado de una sonrisa que se dibuja en sus labios, que durará algunos días, quizá algunas horas, o quizá algunos minutos, todo depende de lo bien que se puedan llevar con su nuevo juguete.
Es moderno y está a punto de ser su mejor compañero de juegos, la pieza fundamental que faltaba en la colección, el confidente, la razón para desvelarse y en algunas ocasiones, el motivo por el que se frustran, lloran y enfurecen. Y la gran sonrisa, ¿dónde quedó?
¿Quién es el culpable?
Probablemente el etiquetado, las leyendas que aparecen en la caja del codiciado juguete que, de acuerdo con la Norma Oficial Mexicana para el Etiquetado de Juguetes (publicada en 2008), debe indicar la edad recomendada por el fabricante, para que así, los padres lleven a casa juguetes que no desesperen a sus hijos, y además, que no le provoque un accidente como: Asfixia por Piezas Pequeñas.
Seguramente estas leyendas en donde se advierte la edad ideal deberían ser más específicas, claro, para muchas personas ¿qué puede significar un número?, y quizá también, deberían ser del tamaño completo de la caja.
Otro responsable puede ser aquel personaje involucrado en el proceso de selección y compra del juguete, aquella persona que una vez al año se transforma en duende y hasta en Santa, que viaja del polo norte al polo sur de la ciudad para buscar el juguete perfecto y espera con ansia el momento adecuado para entregarlo y ver cómo se dibuja esa gran sonrisa.
Sin embargo, de acuerdo con un estudio realizado por Jeffrey Trawick-Smith, profesor de Educación en la Primera Infancia en la Universidad de Connecticut (EU): “Los juguetes que parecen más interesantes para los adultos no son particularmente efectivos para alentar el desarrollo de los niños”.
El investigador menciona que los padres consideran que sus hijos son uno o dos años más inteligentes, o que llevarle juguetes para niños mayores desarrollará sus capacidades cerebrales a pasos agigantados.
¿Y la Gran Sonrisa?
Si la alegría se desvaneció y en su lugar quedó una cara larga y enfurecida, es muy probable que el juguete no sea adecuado para él, y en muchas ocasiones se debe a la edad, por lo que te recomendamos seguir las indicaciones del fabricante y considerar que si dice 5, 6, 3 o la edad que venga en el empaque, respetarla, no es lo mismo la motricidad ni capacidad de comprensión de un niño de 5 años 9 meses que de uno de 6 años.
Desenvolviendo la Frustración
El llanto y enojo son las reacciones de la frustración, la emoción que se genera cuando los niños (y adultos) tenemos un deseo, necesidad o ilusión que no logramos satisfacer. En este caso, es la imposibilidad de jugar adecuadamente con el nuevo juguete.
Los padres pueden aprovechar esta situación para enseñarles a identificar 1. que la frustración es una emoción, 2. a calmarse respirando y 3. auxiliarlos en el manejo o armado de su juguete favorito.
Soy Eduardo Martínez, papá y periodista