“¡No quiero!” lo grita agudo y fuerte, mientras patalea con sus piernas y ladea su cuerpo, retorciéndose entre dos enormes y largas manos que lo sujetan en el torso. Su cabello recién peinadito de raya al lado izquierdo se agita perdiendo todo acomodo, cuando él niega con la cabeza ser tratado como si su voluntad no existiera.

     “¡No quiero!” y patalea más fuerte, y llora, y lanza manotazos a la cara del contrario (específicamente al papá), no está dispuesto a sentarse una vez más en ese asiento rojo-gris-negro que aparece, indomesticable, cuando se abre la puerta trasera del automóvil.

   Ya han sido muchos días que con el correr del tiempo suman semanas, contabilizadas en meses, y que uno tras otro acumulan años, largos años de sentarse en ese mismo asiento, que de tanto uso y tanta asoleada ha perdido el color original, y las capas más finas de plástico decorativo se desmoronan hasta con el roce más cariñoso de la mano de mamá.

     Además, en la mañana, de camino a la escuela, ya se sentó en ese viejo, sucio y rutinario Asiento de Seguridad para Niños. ¡No hay nada nuevo en él!

     Hay mucha discreción en las miradas alrededor del auto gris con Asiento de Seguridad tricolor deslavado. Otros padres que cargan o caminan con sus hijos comprenden, o juzgan, o sienten alivio de que su situación no es la misma, y ¿cómo podría ser la misma? ¡eso ya no! porque han decidido no pelear más con sus pequeños, al contrario, han sido tan inteligentes que prefieren dejarlos sentados en el asiento trasero, junto a la silla de seguridad como señal de triunfo para la infancia floreciente, ¡total! sólo van a recorrer unos minutos en auto, cinco, quince, treinta y cinco, es menos de una hora, ¡caray! si sólo son minutos, ¿qué podría salir mal si, además, les dejan llevar una tablet para que no se paren del asiento?

    Es probable que aquellos padres ya no tengan miedo de ser multados, es más, quizá no se han enterado que la Ley de Tránsito (nacional y/o estatal) prohibe llevar a los menores de 5 años sin un Asiento de Seguridad, y probablemente, tampoco saben que los cinturones para adultos no han sido fabricados para niños pequeños, y además, desconocen que la principal causa de muerte en niños entre cuatro y 12 años sucede por accidentes de tránsito, en muchos casos debido a que el automóvil no contaba con Asiento de Seguridad o el menor no lo utilizaba en ese momento.

     Y es una lástima, porque está demostrado que utilizar el Asiento de Seguridad para Niños, aunque se le desmoronen las capas superiores de plástico decorativo, es la mejor manera de mantenerlos a salvo cuando son trasladados en auto.

     Otro factor importante es colocar el asiento con la orientación y lugar adecuados, recordando que las fotografías e imágenes que aparecen en la publicidad son elaboradas para vender, mas nunca para ser utilizadas como manual de colocación.

Quizá por esa razón, en Estado Unidos, existen áreas en algunas estaciones de policía, en donde se puede verificar si el Asiento está instalado de manera correcta, o solicitar una asesoría para aprender cómo colocarlo.

   Claro que acá, el terremoto que tengo entre manos (mi hijo) no me muerde porque no me alcanza, pero creo que a él, como a los padres que decidieron no pelear con sus “Príncipes” y “Princesas”, no les preocupa si la multa por no sentarse en el Asiento de Seguridad sea de hasta 18 salarios mínimos, o si el precio de la silla no significa buena calidad.

     De nada sirvió, tampoco, hablarle de la importancia de su seguridad, o que la policía nos podría regañar, o que mamá nos esperaba en casa con la comida lista, nada le importaba más que lograr su independencia… afortunadamente, una pregunta iluminó nuestro muy ensombrecido encuentro en la guardería… “¿y mamá hizo papas fritash?”… y secando sus lágrimas con una mano, y cerrando los broches del dichoso Asiento de Seguridad, viejo, ex tricolor y mal oliente, le respondí “Claro que sí Tesoro, ya nos vamos”.