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Un año de Cuarentena ¡y las mamás al frente!

“Primero creímos que serían vacaciones adelantadas, después, que eran medidas de salud muy exageradas, poco a poco, tuvimos que aceptar que era real y que el fin de esta cuarentena no sería pronto”. Imelda, mamá y maestra de Veracruz

Ya son muchos meses de duplicar, o para ser más justos y realistas, de multiplicar las actividades en casa.

Ahora, ser mamá, es ser más multitask que cualquier millenial, porque no es lo mismo “creer que se hacen muchas cosas al mismo tiempo”, que convertirse de la noche a la mañana en: maestra, psicóloga, terapeuta, chef de turno completo, responsable de limpieza, asesora de tecnología, empleada, administradora, y todo eso, sin volverse loca.

Por eso, en Tiempo de Niños buscamos a cuatro mamás de cuatro lugares diferentes de México: Veracruz, Chiapas, Ciudad de México y Yucatán, para platicar un poco sobre lo mucho que han enfrentado para lograr que la sonrisa de sus hijos se mantenga lo más sana posible.

De lo peor sale lo mejor

“¿Cómo te divides entre un trabajo y una niña; no se pueden conjugar?”, nos responde Samantha, quien vive con semáforo naranja en Ciudad de México, “hemos tenido noches de llanto y me pregunta mi hija, ¿cuándo se va a acabar esto, ya quiero ver a mis amigos?”

“Mi hija tiene el ansia de hablar con niños, de interactuar” continúa Samantha mientras une sus manos simulando que son niños, “hace poquito fuimos al tianguis, yo me bajé para hacer unas compras y mí mamá y mi hija se quedaron en el carro, derrepente mi hija le dice a mi mamá: ‘ahorita vengo abuela, voy a hacer amigos’ y es que mi hija es comadre hasta por las orejas, claro que la abuela le dijo: ¡nada de eso, te sientas!”.

Para Imelda, lo más difícil ha sido el estrés al que su hijo se vio sometido, en parte por las clases, en parte por las modificaciones que junto con su marido hicieron en casa, como quitar el cuarto del niño y meter en su lugar escritorios y computadoras, para adaptar su trabajo como maestros a la Nueva Realidad Escolar de Veracruz, en donde el semáforo regresó a rojo en febrero.

“Por más que él nos decía a nosotros: ‘es que tengo dudas en esto’. nosotros no podíamos atenderlo en esos momentos porque estábamos en clase, entonces, llegaba un momento en el que yo lo encontraba debajo del escritorio llorando. Esa parte fue bastante complicada, hasta que comprendimos que no era fácil para él y nos cayó el veinte de que no íbamos a regresar, en cierto tiempo, a la normalidad”.

La situación de Lety es un poco más complicada, además de tener dos hijos, tuvo que salir a trabajar desde el inicio de la Pandemia, “nunca dejé de trabajar, porque estoy en actividad esencial”, lo que generó una nueva dinámica de regreso a casa.

“Se perdió esa emoción del beso y abrazo a mi llegada porque no me podían abrazar ni dar el beso. Adaptamos que yo me tenía que sanitizar afuera y entrar a bañarme antes de saludarlos”.

Para la mamá de Chiapas (único Estado con semáforo verde), la lejanía de casa y las fallas tecnológicas se sumaron al estrés familiar, porque “mi mamá es una persona mayor que no entiende esta tecnología y en mi trabajo no puedo tener mi teléfono a la mano, estoy en atención a clientes”, y nos confiesa que “le tenía que decir al cliente, ‘permítame’, me iba al baño y ahí trataba de resolverles la duda por teléfono, esas veces fueron intensísimas, al principio, ahorita ya son unos pro”.

Pero explicar cómo conectarse a internet puede no ser tan complicado como explicarle a un niño que pasa de guardería a preescolar o de preescolar a primaria que todo lo que conocía había cambiado, como a la hija más pequeña de Jessica: “mi hija no aceptaba las tareas, no aceptaba a la maestra, tuve que hablar con la maestra para que hiciera una llamada especial con mi hija y entendiera que su otra maestra, su otra escuela, ya no eran”. Nos platicó la mamá y maestra de Yucatán, en donde el semáforo marca desde hace meses naranja.

A casi un año de estar encerrados, de cambiar y adaptarse a un Nuevo Estilo de Enseñanza y de Vida, la rigidez y exigencia hacia nuetros hijos se ha convertido en paciencia y entendimiento, ya no nos estresa tanto que el internet se caiga o que los niños se ausenten de las sesiones.

Y los maestros han hecho su parte, también, hay una mayor empatía hacia los niños en donde se toma en cuenta la parte emocional.

Las cuarto mamás que entrevistamos son sólo un ejemplo de la fuerza que existe en los hogares y la esperanza que mantiene a las familias a flote. Cierto, no sabemos cuándo terminará, ni tampoco sabemos si la vacuna funciona a 100%, pero lo que sí hemos aprendido a lo largo de este año, es que una familia unida por el amor y la comprensión, siempre vivirá más feliz.

Soy: Eduardo Álvarez, papá y periodista

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